Bear and the City: 50 – Buen feeling

Lancé la caña, el pez mordió y conseguí mi cita. Todo un fin de semana con un chico que parecía ser normal del todo. Con sus historias –pues todos tenemos historias- pero sin extremismos. Comprobé que en casa estuviera todo en su sitio. Salón… todo bien. Cocina… por fregar, “¡Ito, coño, la cocina, que viene visita, levántate ya, hostia!” Baño… decente. Mi habitación de siete escasos metros cuadrados con mi cama de ochenta en la que no cabía ni yo… todo en orden. Este chico tenía constancia sobre el tema de la cama, así que espero que nadie piense que me quedé callado como una puta para darle la sorpresa cuando llegase, porque no fue así.

Sonó el teléfono. Era él. Que me asomara por la ventana. Primera impresión: buena. Era el de la foto. Me llamaba porque no encontraba el timbre, así que le dije cual era. A fin de cuentas había logrado superar el casting de la primera impresión y yo tampoco iba a ser tan cabrón de no abrirle la puerta después de la paliza de kilómetros que se acababa de pegar.

Cuando subió todo transcurrió con normalidad. Hubo buen feeling en todos los sentidos. No hubo fuegos artificiales… pero hubo buen feeling. Nos contamos nuestras historias con toda la calma del mundo. Teníamos tiempo. Un fin de semana no se pasa en dos horas, así que había tiempo para todo.

Hubo un momento que me hizo saltar una chispa pequeñita en la cabeza. Habíamos salido del cine y nos íbamos a cenar algo por ahí. De repente me vino a la cabeza todas esas noches de descontrol, de no saber donde tenía la cabeza y del consumo de drogas en modo letal. No pude evitar poner todo eso en una balanza y compararlo con lo que estaba viviendo en ese momento. Un momento que sólo constaba de unas horas de vida comparadas con todas esas noches de ansia y locura. Como era de esperar, ganaron el cine y la cena, ganó la compañía y ganó la calma. ¿Por qué, si eso era lo que yo quería, siempre andaba metido en la mierda? ¿Tan grande era mi adicción a las drogas? Nunca quise responderme a esa pregunta. Lo único que veía era que, cuando no las tomaba, vivía igual y no las necesitaba. Lo que no veía era que, para poder enfrentarme a mis verdaderos problemas, no podía pasar sin ellas, ya que era con las drogas con lo único que podía esconder todo ese puto manto de problemas que yo mismo me había creado. Vivía escondiendo mi realidad detrás de mil sustancias que me estaban matando… y lo sabía. Ahora tenía que echarle cojones de verdad al asunto y recordar todas estas palabras cuando volvieran los problemas.


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  1.   Kamaji dijo

    Nene, en vez de drogas, podrías haberte pillado un buen quintal de películas de lágrima fácil (en caso de desamor), o películas de violencia (en caso de rabia y rencor desenfrenado); o bien , haber pillado dos kilos de incienso y haberte encerrado en tu habitación a recapacitar sobre lo ocurrido o, directamente, no pensar. 😉