Tu vida ha cambiado al 100%. Ahora vistes como un oso –estilo leñador pero sin hacha-, hablas y chateas como un oso –grrr… woof!-, vas a fiestas de osos –MadBear, Bearcelona, Guadalkibear… etc- y hasta escuchas música de osos –siento tener que decir la crueldad de que a día de hoy sólo ‘Barbazul’ sean un ejemplo decente-. Los kilos han dejado de ser un obstáculo, quizás sólo para tu salud, claro, que de seguir comiendo así te acabará dando un chungo al corazón… pero eso es un problema menor, claro.
Pero de todo se cansa uno, ¿verdad? Llega un momento que la filosofía Ricky Martin “Livin’ la vida, loca del coño” llega a ser agotadora e incluso a dar un poco de vergüenza, sobre todo cuando al entrar a una fiesta descubres que no te queda macho alguno por cepillarte… aunque eso no es una exclusividad Bear, que putas las hay altas, bajas, gordas, flacas y hasta sin piernas –doy fe de esto último-. Te apetece un poco de compañía estable, dormir con alguien del cual recuerdes el nombre. ¿Pero cómo vas a encontrar a un oso que, primero, no te hayas cepillado ya; segundo, no conozcas su vida y milagros, que somos porteras que te cagas, asúmelo; tercero, que no conozca a alguien que te haya puesto a parir y que para colmo tenga la suficiente confianza con él como para que tu palabra quede en segundo lugar… esto se complica demasiado.