¿Para qué ser un gordo solitario cuando puedes ser un oso exitoso? (III)

Pero bueno, no seamos catastróficos, que nos gusta mucho un drama –resto imposible de quitar por culpa de la infancia y adolescencia, toca vivir con eso para siempre-. Y es que no hay nada como no buscar para encontrar. De repente te llega el momento en que, en uno de esos chats donde la gente dice de sí misma “Hombre masculino y discreto”, para posar en la foto nº2 con cara de portada de disco de Rocío Jurado mientras se sujeta las cachas para enseñar esa boca de metro por la que parece caber el mundo entero, aparece alguien con gesto vacilón que te responde los mensajes con conversaciones amenas. Y cuando te quieres dar cuenta llevas seis meses en las que se cuentan más horas de charla con él que horas de sueño. Esto tiene que ser una buena señal.

¿Y por qué no va a ser una buena señal? No siempre te tienes que topar con locos, violentos, psicóticos con problemas maternales, obsesos del sexo sin más conversación que “¿echamos otro?” ¿Te has dado cuenta que hace años que no hay rastro alguno del gordo amargado? Has sido el rey del mambo el tiempo que te ha dado la gana, te has permitido el lujo de decir que “no” a quien te ha dado la gana –aunque tú también te has comido más de uno, no seas fantasma-. Y ahora resulta que tienes a tu osito resultón contigo. Si ya te lo decían en la mili: “Si es que eres lo más, maricón.” –Muy importante esa coma en ese lugar, ¿eh?-


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