‘BATC – Familia’: 07 – Un lugar donde encajar

¿Había novatada más estúpida que la de pintar la cara de alguien con kanfort? A día de hoy sigo sin entender en donde se encontraba el punto en el que un imbécil era superior por no tener la cara pintada. No era por ponerme repelente nada más llegar al instituto, pero a más de uno me tocó hablarle sobre esas tribus que usaban las pintadas en la cara y en el cuerpo para marcar los diferentes estatus. Recuerdo que algún que otro capullo se acercaba a mi silla con el firma propósito de pintarme la cara. Era en ese momento cuando yo me levantaba despacio, me cruzaba de brazos y le mostraba a esa pobre alma de cántaro que, para pintarme la cara, primero debía crecer las dos cabezas de diferencia que teníamos él y yo, por lo que siempre se acababan dando la vuelta y yéndose entre risas y gestos de vergüenza.

Había algo que me gustaba mucho de la gente que tenía en mi clase. Esta vez no había matones. Existía el grupo de los rebeldes, pero eran inofensivos. Dentro de ese grupo eran mayoría de chicas. Todas con sus problemas de desamor y de desencuentros con la sociedad. Antes de poder darme cuenta ya era parte de ese grupo. El chico grandote que compartía confidencia con “las malotas” de la clase.

Pero la gente que realmente me acabaría importando no era la de mi clase. Todos y todas estaban un curso por encima del mío. Los primeros contactos los hice en el autobús que nos llevaba todas las mañanas. El tramo que teníamos que recorrer a diario era lo suficientemente largo como para tener mucho de lo que hablar, ya fuera música, cine, videojuegos… lo que fuera. Este era un chico cuya apariencia y formas no tenían nada que ver con lo que realmente era. En cierto modo me recordaba bastante a mí: un ex apaleado que se había forjado su nueva imagen antes de entrar al instituto pero en versión heterosexual. Supongo que preguntaréis el porqué de mi razonamiento. Todo esto vino después de que me presentara a su grupo. Los chicos y chicas con los que compartía su vida de diario. Un grupo muy variado con gente muy agradable. Dentro de esta pequeña familia podías encontrar a gente de los considerados “top”, todos guapos y guapas de fotografía. También estaban los antiguos “recibe hostias” del colegio, ahora gente experimentada que no dudaba en compartir sus experiencias como si de un grupo de ex alcohólicos se tratara. Pues bien… mi nuevo amigo siempre hacía más vida con el segundo grupo. Todos se llevaban muy bien, pero siempre hay alguien con quien tienes más feeling y, mi nuevo amigo, tenía su lugar con el segundo grupo.

Tomar confianza con este chico fue cuestión casi de segundos. No me había dado ni cuenta de que pasaban las semanas y pasábamos todos los días juntos. Tal fue la conexión entre mi amigo y yo que quiso presentarme a sus amigos de siempre, con los que él vivía a diario. De nuevo un grupo variopinto, pero muy unido. Creo que de todos –y eran como siete, si no recuerdo mal-, sólo habían dos que fuesen más o menos parecidos… y tampoco, ya que uno parecía la versión cómica del otro. Todos diferentes pero todos juntos. Eso fue algo que me encantó. Sentía que, por fin, después de dieciséis jodidos años, había encontrado un lugar donde encajar.

‘Bear and the City’ – Síguelo desde el capítulo 1


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