‘BATC – Familia’: 12 – Necesidad

Yaoi

La sensación era tan nueva que no sabía ni siquiera lo que era. Para entender esto bien toca recordar que en mi casa jamás se habló ni de sexo ni de nada. Lo poco que aprendí fue a base de películas y revistas. Así que poco más aparte de la masturbación entraba en mi cabeza. No entendía esa necesidad de querer ver a este chico a todas horas. El sentimiento era diferente al que podía tener con mis amigos. Aquí había “necesidad” y era justo esa parte la que no terminaba no sé si de entender, pero sí de asumir. Aunque el paso de las semanas me lo terminó de confirmar: me había enamorado.

Si tenemos en cuenta lo ansias que he podido ser –y que soy- siempre, era de esperar que, una vez mi cabeza clara, fuese directo a decírselo. No sabía el cómo, ya que todo esto de las declaraciones de amor me pillaba totalmente de nuevas. Por otra parte también estaba tranquilo, ya que algo me decía que no obtendría un “no” por respuesta.

De regreso en clase, fui al ordenador donde siempre se sentaba. Me saludó sonriendo. Casi ni le dejé terminar su saludo: “¿Vienes luego a dar una vuelta? Te quiero comentar algo.” En apenas unos segundos su cara pasó de la sonrisa a la sorpresa y de nuevo a otra sonrisa, solo que esta nueva era aún mayor. Dicen que cuando realmente necesitas que pase el tiempo rápido es cuando más lento va. Esta vez no fue así. Casi ni sentí pasar la tarde. Antes de darme cuenta estaba paseando con él por el casco antiguo, mirando el suelo y sin poder casi articular palabra. Este chico hacía verdaderos esfuerzos por aguantarse la risa al verme tan nervioso. “Parece que vayas a contarme que has matado a alguien”, dijo en un tono muy bajo y con cierta sorna. “Eres tan gracioso que creo que me voy a morir”, fue la única frase en la que no titubeé. El cinismo siempre fue una virtud para mí. “Entonces, si lo que me vas a decir no es malo, dilo tranquilo”, dijo sin mirarme. Siempre pensé que este tío lo sabía, pero que estaba esperando a que diese yo el primer paso. Más tarde entendí que lo de tirarle los tejos a un menor de edad podía ser peligroso para él.

La buena memoria nunca ha sido algo destacado en mí, pero este momento lo recuerdo perfectamente. Habíamos terminado en paseo en una plaza pequeñita del casco antiguo, cerca del centro. Estábamos solos. Nos sentamos en un banco, los de lado para poder estar uno frente a otro. Yo seguía mirando al suelo, como esperando a que las palabras saliesen solas. Este chico me agarró las manos y me dijo, “Habla tranquilo”. Levanté la cabeza y comencé a mirar a todos lados menos a él. “Yo… yo… te… yo te quiero”. Esas fueron las únicas palabras que salieron de mi boca. El tono que me salió fue de culpabilidad total, como si de una última disculpa fuese segundos antes de que me acribillasen en el paredón. Sus ojos se abrieron a la par que tomaba aire, como sobresaltado. Por un momento pensé que la había cagado pero bien, aunque esa sensación desaparecía cuando me volvía a agarrar las manos y las comenzaba a apretar fuerte.

‘Bear and the City’ – Síguelo desde el capítulo 1
Imagen – GLIG


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