De repente nos encontramos corriendo más que tú por haber visto al puto coche en el que tú decías que Madonna había posado su reverendo conejo. Solo que tú habías ido detrás del coche y nosotros íbamos a ver si estabas vivo o no.
Teniendo en cuenta la hora que era y que nuestro nivel de decibelios estaba ligeramente alterado por el alcohol, era normal que nuestros gritos de “¡¿¡¿Estás bien!?!? ¡¡¡Responde!!!” aún estuvieran resonando en alguna esquina al cabo de los años.
Todo había pasado tan rápido que, al menos yo, no me había podido parar a pensar en nada que no fuese hacerte levantar del suelo y preguntarte, “¿Estás bien?” Lo de que te hubiese podido pasar algo más gordo no me había pasado por la cabeza, al menos durante el rato que estuvimos corriendo.
Después del carrerón y de casi no tener aire, nos disponíamos a ver en qué estado habías quedado. En ese mismo segundo abriste los ojos, te miraste y nos dijiste, “Mirad a ver si me he manchado”. Nos miramos todos. Teníamos la boca abierta y una mirada de casi odio que significaba que todos estábamos pensando lo mismo, “Nosotros aquí, preocupados de si está vivo o no y, el hijo puta, sólo se preocupa de su ropa”. El nerviosismo nos hizo arrancar a reír como idiotas, aunque estuvimos el resto de la noche pendientes de tu ropa y acordándonos de tu madre. No te había pasado nada, no te habías manchado y nosotros teníamos susto para toda la noche.
‘Bear and the City’ – Síguelo desde el capítulo 1
Imagen – SV