Ese debería haber sido el principio el fin, otro principio del fin más. Pero no lo fue. Mi familia andaba en pleno divorcio con guerra incluida, por lo que lo de volver al nido familiar quedaba descartado. Además me gustaba esta gente nueva, me gustaban mucho. Tenía que haber algún modo de resolver las cosas.
Hice por ser algo más cercano al grupo de amigos de mi pareja. Aunque muchos merecieran terminar sus días calcinados en los infiernos, cada tanto aparecía gente realmente buena. No sé cómo terminaban siendo amigos de semejante individuo. Lo mejor de todo esto era que muchas veces no era capaz de mezclar a esta gente buena recién conocida con sus habituales. Parecía que incluso él tenía miedo de mezclar las ovejas con los lobos.
Con esto no digo que los considerados “buenos” fuesen ángeles, pues no lo eran. Pero sí eran gente sincera que no jugaban a las dobles caras. Lo que había era lo que mostraban. Y al ser así no había lugar a equívocos, a señales con la cara entre gente como dando a entender “no digas eso delante de tal, no se vaya a dar cuenta de…” y estupideces por el estilo. Ese tipo de falsedades pudieron ser las que más me quemaron en esos dos años allí.
‘Bear and the City’ – Síguelo desde el capítulo 1
Imagen – VV