Recuerdo muy vagamente haber escuchado de pequeño acerca de un familiar, por parte de padre, al que se le llamaba «maricón». También recuerdo ver como todos agachaban la cabeza y evitaban conversar sobre ese maricón. Repito que todo esto son sólo flashes que guardo siendo yo muy pequeño, quizás con cuatro o cinco años.
Ahí empecé a atar cabos, yo con mis catorce años recién cumplidos y descubriendo que me pasaba igual que a ese familiar del cual no sé ni siquiera el nombre. Incluso me atrevería a decir que si preguntara hoy por él me negarían hasta que existió nunca. A este descubrimiento acabaría uniendo también todo el acoso recibido en el colegio -de ahí que no me importase el haber dejado los estudios, cosa de la que hoy me arrepiento-, acoso que no sólo consistía en ser apaleado casi a diario, sino que también constaba de burlas que llegaban a ser más hirientes que todos los puñetazos recibidos. Burlas en las que se te trataba como a un enfermo con riesgo de contagio. Pero por suerte o por desgracia, la capacidad de olvidar siempre fue algo destacado en mí. Era eso o volverse loco del todo y acabar saltando por la ventana.
La verdad es que a mi me pasaba otro tanto de lo mismo, asi que ya somos dos los que lo hemos padecido….;)…fuerza y a por ellos, que son pocos y cobardes!……
Vicente, guapo! Gracias por pasar por aquí.
Como a ti fui parte de burlas y de insinuaciones de que yo era raro, en mi casa era mucho peor ya que mi padre era un super machista y no asestaba los maricones. Asi que somos muchos los que tuvimos que luchar contra todo, pero al final somos nosotros mismos, le guste a quien le guste.Mucha suerte en tu columna.
Muchísimas gracias, Felix. Y gracias también por pasarte por aquí.