Harto de trabajar para nada, harto de una madre cuyo único interés era ver destrucción en su entorno, lo único que se me ocurría hacer era encerrarme un par de días, o quizás un par de cientos, para intentar sacar algo positivo con lo cual motivarme y así no tirarme delante del primer camión que pasara por la carretera. Necesitaba sentarme a oscuras, sin un puto ruído que me hiciera saltar por nada. Quería calma, descansar, pensar y volver a arrancar de nuevo.
Esto no significa que mis tonteos con las drogas terminasen ahí, ni mucho menos. Aún tenía que tocar fondo. Y puedo asegurar que lo recién vivido no era ni muchísimo menos la mitad de patético que tendría todavía por vivir.
Sé el primero en comentar