Bear and the City: 19 – Traición

Llegó el lunes y estaba totalmente dispuesto a empezar la semana con mi nuevo rango. Fui a la oficina de los jefes, pero no me encontré con lo que esperaba. Primero vi salir a este chico por el que obtuve el trabajo. Casi sin mirar, hizo un gesto leve de saludo, justo lo mismo que recibió. Una vez entré en la oficina vi caras raras por parte de todos. Pero siempre he pecado de confiado y no fue hasta horas después -precisamente un día después- que supiera el por qué de esas caras. Uno de los jefes me dijo que tenía que ver todavía a otro superior para que yo pudiera comenzar ya a trabajar con el rango nuevo. Ese lunes sólo sería otro lunes más, igual que los anteriores. No había problema.

Pero llegó el martes, sonó el teléfono y resultó ser este chico que me consiguió el trabajo, con un tono de voz de lo más impertinente, una lista de órdenes interminable y una despedida todavía más altanera: «A partir de ahora sólo me tienes que hacer caso a mí, que soy tu jefe». Era de esperar que de mi boca saliera un «¿¿¿Cómo???» más grande que una catedral. Le quise rebocar ese comentario de mierda yendo directo al grano, «Ese puesto es mío desde ayer». Su respuesta fue muy clara, «Ahora es mío».

No esperé un sólo segundo, le colgué el teléfono y llamé directamente a la oficina. Me pasaron con el jefe y no me andé con rodeos, «¿No era que yo empezaba hoy como jefe de zona?» Me contaron que, una vez se enteró este chico de los planes de los jefes, sus palabras fueron, «No voy a permitir que me mande el último en llegar». Supongo que algo más también diría, pues no creo que unos jefes cambien de parecer en tan poco tiempo y mucho menos después de haberme deslomado trabajando. También les colgué el teléfono.

Unos segundos después llamó «mi nuevo jefe», de nuevo con su tono insoportable. No le escuché. Sólo le dije, «si quieres verme hoy trabajando vas a tener que venir a sacarme de la cama y me parece que no estás en posición de perder a un repartidor, sobre todo cuando estoy haciendo el reparto de tres. Así que, si no vienes a sacarme de la cama, me parece que hoy no voy a trabajar… ni mañana tampoco… ni el otro». Dejé el trabajo y me fui a por un gramo.


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