Ya sé que obré de la peor manera. Pero lo siento, no podía soportar que se riesen de mí de una manera tan descarada. Una frustación más con la que cargar y suavizar a fuerza de rayas. Además, si de algo me había servido lo de matarme a trabajar fue para haber hecho un buen dinero a base de horas extras todos los días.
De nuevo volvía a adoptar la postura extrema de comerme el dinero sin importarme un carajo qué fuese lo que me terminara pasando. En esa época me hubiese dado igual no despertarme por culpa de un pasón de lo que fuera. De todos modos, lo único que tenía era familia rota ahogada en deudas y un techo que compartía con una madre cuyo único entretenimiento era gritar y denunciar hasta al aire que respiraba. Lo que ella no esperaba era que el resto de la familia se le fuese a tirar encima con una denuncia contra ella… pero ese tema es tan dantesco que se va quedar ahí. Por suerte, eso fue algo que se solucionó al tiempo, no como las drogas.
Empecé a mantener un contacto más seguido con esta pareja hetero que también consumía. Lo malo vino cuando cambiamos el hábito de consumo, del modo Ferrero Rocher al modo aire y, claro, respirar respiras todo el día. Siempre decíamos lo mismo: «Esta es la última». Cuando nos comimos todo el dinero, el suyo y el mío, perdimos en contacto. Y la verdad, no les echo de menos lo más mínimo. Eran buena gente, pero todos éramos para todos la peor de las influencias.