Bear and the City: 29 – Falso

Este amigo mío tan curioso disponía de un catálogo de amantes en el que el 80% eran igual de originales que él y el 20% restante conseguían multiplicar por mil su originalidad. Más de un sábado se nos dio la misma situación. A las cuatro de la madrugada, corriendo de bar en bar, de repente aparecía uno de sus «otros amigos» -entiéndase «otros amigos» por la gente con la que supuestamente entablaba conversación en la sauna, lugar que frecuentaba bastante, por cierto-. Sus otros amigos solían mantener casi todos un mismo perfil. Entraditos en años y tirando a introvertidos, siempre los solíamos encontrar por bares fuera del ambiente gay, la mayoría de las veces solos.

Las reacciones de mi amigo eran, cuanto menos, curiosas. Primero reaccionaba como si se hubiese encontrado un billete de 500 euros en el suelo, todo lleno de alegría y corriendo a abrazar a un hombre que, por lo general y del susto, no le devolvía el abrazo. Luego venían las presentaciones. Aquí siempre ocurría lo mismo. Y es que no soy de ir a saunas. Hoy por hoy sigue sin ser algo que me motive lo más mínimo. Entonces, esta persona que acababan de presentarme, y teniendo en cuenta que cada vez que iba a la sauna, además de encontrarse con mi amigo, se encontraba también con la misma gente de siempre, pues se acababa fijando en mí por el sencillo motivo de ser una cara desconocida para él.

Lo que venía después ya era culpa mía. El alcohol y mi buen fondo -porque otra cosa no, pero buen fondo sí que tengo-, acababan en la cama con este desconocido, bastante feo, por cierto, pero que se había pegado toda la noche rondándome a la vieja usanza. ¿Y a quién no le gusta que le regalen la oreja? Además hay que recordar mi escasa vida sexual. Tampoco estaba en posición de perder una oportunidad que al menos era decente, fea, pero decente.

Y vosotros diréis, «¿y qué pasa con las reacciones curiosas del amigo?» Eso viene ahora. Justo antes de volver a mi casa, cuando volvía a quedar con mi amigo para tomar un café. Él me comenzaba preguntando, «¿Dónde te metiste anoche?» Yo le respondía lo obvio, «¿No me viste? Me fui con tu amigo». A lo qué él me decía entre risas, «¿Te has acostado con ese? Pero si es lo peor, qué asco». Aquí venía la parte en la que yo entraba en cólera y le pedía a mi amigo que dejara de ser tan jodidamente falso y efusivo con los desconocidos.


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      Álvaro Perera dijo

    Oye, que no todo el mundo es tan bello guapo y hermoso como tu, igual el hombre no estaba mal, tu te lo tiraste por lo menos ¿no? jajaja

      Kamaji dijo

    Nene, ése lo que tenía era una envidia que se lo llevaban los diablos al mismísimo infierno. XD De ahí que te saliera con eso de “¿Te has acostado con ése? Pero si es lo peor, qué asco”.