Sólo una frase: «¿Te vienes a dormir esta noche?» Ese fue el comienzo de dos meses en los que pasé todos los fines de semana en la casa del vikingo, haciendo uso de nuestra química y escuchando sus mil y una historias en las que se repetía su coletilla de siempre, «nos conocimos follando», unas dos mil doscientas veces a la hora.
De repente una tarde todo eran malas caras y nerviosismo. Yo siempre he pecado de preguntón, así que no tardé ni un minuto en intentar saber qué era lo que estaba pasando. Me dijo que no pasaba nada, que nos íbamos a dar un paseo, que no había tenido un buen día en el trabajo. Nos fuimos a un lugar tranquilo y allí siguieron sus aventuras de «nos conocimos follando», pero con un tono más serio.
En una de esas aventuras sexuales se comenzó a poner más y más serio. Me contó acerca de un accidente y un condón roto. Después de dos meses de relaciones sexuales me confesó que era seropositivo.
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Hostia…
¡Sorpresón del 15! ¡La madre que parió al vikingo!
Ops!!!!!