Bear and the City: 58 – El roce no hace el cariño

Mis compañeros no dejaron que me faltase de nada. Llevábamos viviendo juntos como cinco meses. Tiempo de sobra para haber entablado una buena amistad con todos ellos. Opté por refugiarme en el trabajo, en parte por necesidad, claro está.

Ir al trabajo era un suplicio y no por el hecho de ir a trabajar. Mi oficina estaba a escasos cien metros de la casa de mi ex. Todos los días pasaba cuatro veces por delante de su puerta. Una vez me topé con su madre. La pobre intentó salir al paso como pudo, ya que me vio en la cara que me estaba aguantando las ganas de llorar como buenamente podía. Ella no sacó el tema. Yo tampoco.

Mí día a día era una montaña rusa de estados de ánimo. Subir me daba igual, pero bajar no. Cuando bajaba y arrancaba a llorar me costaba un mundo volver a remontar. Que me pasara en casa me daba igual, pero no en el trabajo. Lo que más me jodía era el hecho de poder controlarlo. Me estaba volviendo loco y esta vez era de verdad –mira… como mi amigo el de la sauna-. Estando en la oficina opté por no entrar en Internet. El mero hecho de ver los perfiles que mi ex se había creado en los chats de osos era algo que me hacía arder por dentro. Tenía que conseguir obviarle por completo, pero por cada paso que daba hacia delante, acababa por dar tres hacia atrás.

Cuando uno está pasando por el lado malo de la ruptura –entiéndase el lado bueno por el lado de quien rompe- tiene que tener mucho cuidado con el modo de entender los consejos y las palabras de ánimo de los amigos. Si un amigo te ve llorando y te intenta aliviar diciéndote aquello de “Tranquilo, cálmate y lucha por intentar ganártelo de nuevo”, jamás, pero jamás de los jamases lo toméis al pie de la letra. Procura quedarte sólo con lo de “tranquilo” y “cálmate”. Con el resto tienes que hacer oídos sordos. Más que nada porque, si no hacéis oídos sordos, podéis acabar por bajar del todo al infierno y decidir estupideces del palo de “me voy con él a su casa nueva y así compartimos gastos”, que fue lo que hice yo.

Nunca os creáis esa estupidez de que “el roce hace el cariño”, porque es mentira. En menos de dos semanas estaba viviendo con mi ex, durmiendo con él y tirando a la basura el poco orgullo que me pudiese quedar.


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  1.   Kamaji dijo

    En este caso, tú seguiste el lema de «La Esperanza es lo último que se pierde». Jeje. Nunca se sabe lo puede suceder si no se intenta. Tú lo intentaste, no salió bien; pues nada, a otra cosa. Si tú creías en ello, no te equivocaste aunque saliera mal; el error es creer que algo puede salir bien y no intentarlo. Igualmente es todo lo contrario, tener el convencimiento de que algo no va a salir bien e intentarlo. Jajaja.