Bear and the City: 65 – Una «quizás» última fiesta

Llegó la noche. Encerrado en mi habitación con arsenal y medio de pastillas y una botella de whisky. Internet conectado, chat abierto, webcam conectada y los auriculares con música pasada de volumen. Internet no estaba abierto para retransmitir nada especial. Los números de circo no eran mi fuerte. Sólo pretendía recrearme la vista con algún hombretón guapo con el que ocupar todo el tiempo hasta que todo me hiciera efecto. Mi “quizás” última fiesta empezó.

La selección musical era extraña, algo muy habitual en mí. Marilyn Manson daba paso a Kylie Minogue para sorprender al personal con alguna sesión de Mulero y terminar con Cristie de ‘OT 2’. En la variedad está el gusto, ¿no? Esto demostraba que yo tenía todo el gusto del mundo, ¡qué carajo!

Ahora tocaba empezar la fiesta. Dos tranquilizantes y dos de los extra con un buen chupito de whisky. Si acaso me empezaba a quedar traspuesto siempre podría recurrir a los antidepresivos. En menos de veinte minutos estaba volando, de paseo por los chats de osos buscando machazos que usaran la webcam. Cada pequeño momento de lucidez era el apropiado para cargar con más pastillas, pero poco a poco, sin abusar. Mi intención no era suicidarme. Sólo buscaba una fiesta de exceso total sin importarme el final que pudiera tener.

La música seguía sonando. Esta vez había sonaba el lp completo de Manson ‘Antichrist Superstar’. Con ese disco se podía viajar sin haber tomado nada, por lo que la experiencia tras semejante exceso se volvía poco más que sorprendentemente terrorífica. Después de unas diez canciones y haber conseguido que un par de hombretones se bajaran los calzones delante de la webcam, de nuevo aparecía uno de los momentos de lucidez. Más pastillas. Pero mejor cambiar de música, que el ambiente que creaba Manson con tanta pastilla no terminaba de gustarme. Ahora tocaba compensar con Rakel Winchester y su rumberío bajuno que tanto me gustaba. Los hipnóticos se me estaban acabando. De treinta me quedaban cinco. Pero qué vicio tienes, chico. Acabé con los cinco y con los siete u ocho tranquilizantes que quedaban en la otra caja. Creo que no eran ni las dos de la madrugada, por lo que, en el caso de dormir, iba a poder descansar algunas horas antes de ir a trabajar. Me fijé que apenas si había bebido whisky. En el fondo también me gustaba el agua, aunque no lo pareciera. Mi cabeza era un parque de atracciones. Los sentidos apenas me daban para aporrear las teclas del ordenador. Era hora de ir a dormir.


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