Bear and the City: 66 – Ex novio con novio

Me desperté… o algo así. Apenas si podía articular palabra, pero podía pensar. Así que opté por seguir pensando estupideces y organizar una segunda “quizás” última fiesta. Me había gustado lo de jugar al frontón con mi cerebro en vez de usarlo para fines más adecuados. De todas formas había conseguido despertarme esta primera vez. Además parece que no había quedado mal del todo, ya que pude recordar que sólo hacía un día que había sacado las pastillas, por lo que me debería esperar al viernes para que fuese el médico canario quien me diera las recetas.

Antes de esa segunda fiesta tocaba una dosis de realidad en el trabajo. Volver a verle la jeta a mi ex y tener que aguantar a un jefe y a una de sus secretarias cuyo único fin era el de vernos con el culo roto para que les pudiéramos llenar aún más los bolsillos, sin importarles el mal que pudieran estar causando con sus decisiones.

Obviamente, el karma no suele perdonar ese tipo de fiestas como la que yo me había pegado la noche anterior. De forma que, si lo que quería era hacerme reaccionar y que se me bajase todo el efecto a los pies, lo consiguió en apenas dos horas. Mi ex se me acercó y me invitó a un café. ¡Peligro! Algo trama o algo ha hecho. La opción correcta era la segunda. Me contó de la misma manera que una adolescente te habla de su primera regla que había salido de armario en su casa. ¡Qué bien! Lo que yo no había conseguido en ocho meses lo hizo después de dejarme. Bueno… me alegré por él, más que nada por el hecho de sentirse un poco más liberado. Eso siempre es motivo para alegrarse. Lo que no me hizo tanta gracia fue que me dijese que se había echado novio y que lo pensaba presentar en la oficina ese mismo fin de semana. Lo mejor fue su última frase, siempre con su sonrisa imposible, “Espero que no formes ningún escándalo.” Supongo que en otra situación quizás le hubiera tirado el café hirviendo a los ojos con el firme propósito de arrancárselos y metérselos en el culo, pero no lo hice.

Llegó el viernes. Fui al médico y conseguí salir nuevamente con todas las recetas. De camino a la oficina, pasé por la farmacia y saqué las pastillas. Una vez llegué a la oficina vi que todo el mundo me miraba. Pregunté a todo el mundo, “¿Ya ha llegado el novio?” Sólo respondió la segunda secretaria, mi amiga, “Están tomando café.” Respondí por puro instinto, “Pues ya se ha dado prisa en venir.” Me hizo gracia ver la cara con la que me miraba el novio, con los ojos abiertos y con cara de no saber si sonreír o si meter la cabeza en un agujero. Mi ex se acercó para saludarme. Pasé de él con un gesto de desprecio de esos que todo el mundo capta, afectado y cercanos, y fui directo a borrar toda la mierda que seguramente mi ex habría escupido a su nuevo novio sobre mí. Me acerqué a él, le saludé por su nombre y le dije lo normal en estos casos, “Hola, ¿qué tal el viaje?” Mantuvimos una conversación cordial de unos dos o tres minutos y no volví a hablar más con él.

Conté cada minuto hasta el final de la jornada de trabajo. Quería llegar a casa y pasar de todos para volver a encerrarme en mi mundo cerrando la puerta por dentro para que nadie pudiera interrumpirme. Terminó el viernes, volví a casa y me dispuse a empezar con mi segunda noche.


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  1.   josete dijo

    las pastillas no son la salida rey!….lo se por experiencia propia…un dia kasi se me va la mano y no lo kuento….ten kuidado…a veces nos encerramos en nosotros mismos por una persona y no vemos mas alla de esa persona…kambia de habitos…y repito!…pasa de las pastillas…un abrazo de corazon desde zgz…

  2.   El Gato dijo

    Otro muy grande para ti, Josete. 🙂