Y es que cada uno somos de nuestro padre y nuestra madre. Y, claro, todos tenemos un día malo, o una semana, o un mes… o incluso una vida entera mala. Los puñetazos de tus compañeros de colegio no se te han olvidado y ahora, que resulta que eres todo un ‘BearStar’, no puedes evitar sentirte cual Madonna, sentada en el cielo y en la más cara de las nubes. Sin darte apenas cuenta has pasado de marginado a inaccesible. Aquí el problema vendría si estuvieses realmente disfrutando de ese cambio, pues significaría que realmente estás de los nervios y que necesitas orfidal en dosis de caballo.
Está bien eso de aprender de los errores y no caer en el ‘ojo por ojo’ con la persona equivocada. Realmente veo una estupidez el hecho de pagar los traumas de la infancia con gente que nada tiene que ver con esos momentos. Pero bueno, allá cada uno con su modus operandi.
En el fondo creo que me hizo hasta gracia ver cómo en apenas veinticuatro horas pasabas de ser demasiado mayor o demasiado gordo para ligar con tal a ser demasiado joven y demasiado delgado. Y es que no hay mayor verdad que todo depende del cristal con el que se mire. ¿Y sabéis qué? Que eso también acaba por crear otro trauma.