Mira que nos habremos quejado. Mira que habremos puesto el grito en el cielo veces, siempre en busca de una dichosa igualdad de derechos que nos ha costado más de una lagrima. Y cuando resulta que conseguimos nuestro perseguido matrimonio gay, va el mundo y se va a la mierda. Crisis, crisis, crisis… ¡CRISIS! Hemos pasado de ser parejas de revista a parecer la típica pareja heterosexual cargada de problemas en la que el marido opta por llegar siempre tarde a casa y la mujer encuentra como única válvula de escape su caja de Valium.
¿Pero no era que los gays teníamos una media económica superior a las parejas heterosexuales por no tener cargas familiares? ¿No era que los gays nos sacábamos del culo los billetes de 500 euros por arte de magia? ¿Me puede explicar alguien en qué clase de gay me he de catalogar yo, sin dinero, sin trabajo y con problemas saliéndome hasta de las orejas? ¿Será esto a lo que llaman “maricón” quizás? ¿Por qué no puedo ser yo quien tenga el cuento de hadas? Si soy gay y los gays somos lo más, los más guapos, los mejor vestidos, los que mejor decoramos la casa, los que bebemos y comemos todo de marcas ultra top. Yo quiero mi cuento.