Pero aquí el problema vuelve a ser el de siempre: cada persona es un mundo. La apertura de tu libro de la confianza la vas a elegir siempre tú y, para la persona que tienes al lado, quizás no sea la suficiente y de nuevo la estemos empezando a cagar. Si las cosas en la pareja ya venían mal, por el motivo que fuese, comprendo que te pueda llegar a costar hablar de todo esto con claridad.
Aquí ya vendría la parte en la que se comienza a jugar con fuego: cada uno empieza a buscarse sus “asuntos” a la espalda del otro. Teniendo en cuenta que todos somos humanos y que todos funcionamos de la misma manera, ¿quién te dice a ti que no se te cruza “equis” por delante y te vuelve a alterar la poca estabilidad que acababas de conseguir? Y no me hables de amor, por favor. Un capricho es un capricho aquí y en la luna. ¿A quién no le altera que aparezca un yogurín de impresión y te diga lo guapo que eres y lo mucho que te va a cuidar toda la vida? Con esto no digo que los yogurines sean exclusividad de las parejas abiertas, que las cerradas también pasan por estos momentos… y muchas veces.
¿Ahora qué pasa? ¿Lo tiráis todo a la mierda y pasáis a ser del grupo de los animales? ¿No era que ibais a estar juntos siempre y que todo esto no era nada más que para reforzar la relación?
Y es que, a fin de cuentas, todo esto es lo de siempre. Cada pareja es un mundo y lo que para unas es una solución, para otras es motivo de comprar una recortada y liarse a tiros con todo bicho viviente. Complicado, ¿verdad?