Y se acabó el 2010. Después de ver a nuestros políticos mareando la perdiz con el tema de la crisis, de ver cómo Ratzinger nos ha vuelto a señalar con su famoso dedo acusador -seguramente repleto de anillos carísimos cual Drag Queen de discoteca de capital-, de tener que intentar masticar a un Rajoy que, en vez de agarrar al toro por los cuernos y ofrecer soluciones a las penurias que muchos vivimos día tras día, va y se las agarra con el matrimonio gay, dejando ver un lado soberbio a la par que infantil -el «lo hago porque sí»- que ha dejado con la boca abierta a más de muchos -todo seguramente por los famosos «rumores»… que ya hay que ser antigua, oiga-… en vez de hacer las cosas bien y dejar vivir con lo poco o mucho que tengamos… después de todo eso, aun nos quedan ganas de pasar una buena Nochevieja repleta de grandes deseos para todo el mundo… y para mí… pero para todo el mundo también, y poder hacer borrón y cuenta nueva para empezar este 2011 que se nos viene con toda la fuerza del mundo.
Algo bueno que resaltar y recordar de este casi finalizado 2010 ha sido poder ver cómo poco a poco el matrimonio homosexual -¡porque sí, señora! ¡Porque es MA-TRI-MO-NIO! Y un servidor está muy bien casado con el mejor marido del mundo, le pese a quien le pese- se ha ido extendiendo por el mundo a pesar de los mil y un problemas que han ido surgiendo por algunos países. Pero somos fuertes… y buenos -algunos hacemos ruido, pero sólo es eso… ruido- y nos lo merecemos, qué narices.
Y con esto y un bizcocho… Feliz Año Nuevo a todos, que aunque no rime, va con el mejor deseo.