La llegada a casa se sintió como el que entra al lugar en el que sabe va a ser ejecutado. Aparcábamos en el sótano y tenía que subir dos plantas hasta llegar a mi habitación, ya que mi madre seguía allí. Mi padre ya había vomitado mierda bastante por un día, así que ni se dirigió a mí una vez estábamos en casa. Una vez arriba me crucé con mi hermana mayor, la cual me lanzó un mensaje con el que no me dio tiempo a reaccionar para contestarle: “No quiero saber nada de tu vida”. Se dio la vuelta y se fue. Realmente parecía que hubiese matado a alguien. Pero aún quedaba la mejor parte de todas: negarme a mí mismo delante de mi madre.
Entré en mi dormitorio y vi que mi madre no se había molestado en recoger todo el maremagnum que había formado en su registro. Estaba sentada, medio tumbada en mi cama, llorando como una condenada. Levantó la vista con gesto de actriz de mala muerte y se levantó casi gritando. Vino corriendo a abrazarme, como si todo el rollo fuera de algún tipo de cáncer terminal que me hubiesen encontrado. “¡Hijo, hijo! ¡Perdóname! ¡Es que he encontrado…!” Le interrumpí de momento y comencé a hablar yo. “No has encontrado nada. Has registrado porque estás aburrida de tu vida y recurres a las vidas de los demás”. Mi tono era frío y mi voz muy baja, sin fuerzas ni ganas. “Que sepas que eso que has encontrado registrándome el dormitorio durante horas es una de las historias que ya sabes que me gusta escribir. Parece mentira que no te hayas querido informar antes de montar la que has montado. Desde ahora, cada vez que quiera que te enteres de algo, sólo tendré que guardarlo bien. Seguro que me ahorro tener que ir contándolo uno por uno, porque ya lo habrás hecho tú”. Vino a abrazarme con otro arranque de llanto casi histérico. “¿Entonces es mentira?” No le abracé. Ni siquiera le miré. No me apetecía. Estaba totalmente desencantado con esa familia, mi familia. “Si, so histérica, que eres una histérica. Ahora déjame, que me quiero tumbar un rato, que acabo de llegar de viaje”.
Todos se quedaron abajo, supongo que cenando. Lo que sí que sabía era que nadie había seguido hablando del tema, ya que en mi familia, si quieres que algo no exista, sólo tienes que no hablarlo. Ellos se encargarán de repetirte que “eso no existe” hasta conseguir que incluso tú lo olvides.
‘Bear and the City’ – Síguelo desde el capítulo 1
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