A veces me han preguntado acerca de que, después de haber tratado temas como las relaciones abiertas o las parejas de tres, si todo eso no vendría a ser parte de las etapas vividas en mi pareja. Yo creo que todo va más hacia el lado de montar mi propio ‘Sexo en Nueva York’ con rollo «bear». Uno mismo, a los veinte años, puede pensar en el modo de vida que va a llevar en su futuro. Algunos lo consiguen. Otros, como yo, se quedan dando vueltas en una espiral, entre aburrida y peligrosa, sin saber adonde vas a ir a parar… o a estamparte.
Salir del armario no es fácil. Con esto no quiero decir que todo tenga que terminar con otro adolescente tirado en la calle por culpa de la no aceptación de los padres. Es sólo que, por desgracia, el tanto por ciento de padres que reaccionan de una manera poco apropiada ante la homosexualidad de un hijo o hija sigue siendo alto.
Mi salida no fue de las de música de Madonna de fondo -aun no existía Lady Gaga por aquel entonces- con mis padres aplaudiendo y adorando cada pluma que saliera de mí, sino más bien al contrario. A todo esto había que sumarle la batalla campal que había estado manteniendo conmigo. Una batalla basada en una familia en la que nunca se había hablado de sexo y cuya única idea base era «las niñas con los niños y los niños con las niñas». Eso ya me condicionó desde el minuto uno después de descubrir el sexo. Yo estaba enfermo.
Que recuerdos yo tambien de esos momentos difíciles de sentir atraccion por un hombre y decir, no eso no puede ser, tengo que pensar en mujeres…