Mantener una relación sexual con un seropositivo no es un problema, al menos para mí. Establecer una relación estable con un seropositivo es todavía menos problema. Lo que sí que era un problema para mí era llevar dos meses de relación estable con un seropositivo en los que jamás habíamos usado un condón.
Su confesión iba acompañada de un montón de lágrimas y de juramentos de que yo no tenía de qué preocuparme. Me pidió que recordara todas las pautas que marcaba en la cama acerca de lo que se podía y no se podía hacer. Lo recordé y me cuadró con su explicación. Me dijo que entendería que quisiera dejarlo y no lo dejé. Le abracé y le dije «te quiero» por primera vez. No recuerdo si respondió algo. Sólo recuerdo ver eso que dicen que se ve en las situaciones límite, cuando ves tu vida pasar en un momento delante de tus ojos como si fuera una película. Sí, eso pasa.
En los días siguientes pasé a subir un escalón más dentro de su vida. De repente conocía su tratamiento, sabía qué pastillas debía tomar a qué horas y en las conversaciones se hablaba de sus citas con su médica y de cómo iba llevando la enfermedad.
Yo hubiese seguido con este chico sin dudarlo dos veces. Una pena que en su rutina diaria estuviese incluido el cruising después del trabajo y el vivir en pareja abierta. Yo no le dije que no quería eso. Sólo le dije que ese era el principio de mi historia con él y que no quería ver a un tercero retozando en medio… al menos por el momento. Dejé de ser interesante para él en apenas tres semanas. Mis última palabras con él fueron, «¿Cómo se puede ser tan puta teniendo lo que tienes encima?» Me invitó a irme de su casa.
Mi preocupación ahora era saber si yo vendría también con regalo. Por mucho que él jurase y perjurase que todo estaba bien, el resto de las aventuras que viví con él en primera persona no eran del tipo que te pudieran dar mucha seguridad. Esperé los meses necesarios para hacerme las pruebas. Negativo.
Al cabo de los años, de muchos años, me lo topé en internet. Sus únicas palabras fueron el pedirme «un buen primer plano de la polla». Después de semejante acierto, remató la faena diciendo, «No me acuerdo bien de tu cara, pero sí me acuerdo de lo bien que lo pasábamos juntos». No había cambiado lo más mínimo. Tampoco me importó. Al tiempo me enteré de que había fallecido. No pregunté el motivo.
Ufff, joder Gato que historia macho