Bear and the City: 57 – «Crack»

Existía la gente pesada –de hecho son mayoría en el mundo aún hoy-, la muy pesada, la inaguantable y luego estaba yo. Mis celos eran tan estúpidos que me molestaban incluso a mí. Como era de esperar, no pasarían muchos meses hasta encontrarme con el final de mi historia de amor. Cada vez que este chico hacía gala de su pasividad y de lo bien que estaba dentro del armario, yo explotaba más y más fuerte. No podía soportar haber cambiado de ciudad por alguien así. Me jodía a morir que me llamase “cariño” delante de su familia, ver como su familia agachaba la cabeza para hacer oídos sordos a lo recién escuchado y que luego le faltasen los cojones necesarios para dar el paso completo.

No recuerdo si fue un sábado o un domingo. Vino a casa y me dijo que esto no podía ser así. No soportaba mi constante presión. No quería seguir conmigo. Decía que me quería pero que no podía con todo el resto. Nunca me ha gustado esa excusa. De hecho me da mucho asco. No era yo el que iba con una doble vida la cual podía saltar de una a otra en cinco segundos estuviera donde estuviese. Pero no era yo quien estaba rompiendo. Era él y lo tenía decidido.

El dolor de una ruptura cuando eres tú quien tiene que cargar con el peso del corazón roto es casi físico. Pero el dolor de la ruptura cuando la relación ha sido forjada a base de golpes de dependencia, entonces es totalmente físico. Consigues escuchar el “crack” dentro de ti. Es imposible controlar ese frío casi maloliente que te envuelve en el momento de cerrar la puerta. No puedes andar, no puedes pensar, sólo puedes esperar a que ocurra nada. El vacío en tu interior es tan grande que llega a producir vértigo… mucho vértigo. Lo único que puedes sentir es que falta un trozo enorme de ti sin el cual no eres capaz siquiera de caminar. Estás como anestesiado… esa es la sensación.

Aquí jugó una baza importante el hecho de vivir en un piso compartido. No estaba sólo. Hubiera sido fatal haber estado sólo en ese momento. Y no sólo por el hecho de la ruptura. Digamos que este chico escogió un mal momento para dejarme. En el trabajo me iba bien, por lo que vinieron épocas de vacas gordas. Como él me ayudaba con todo íbamos a medias con las ganancias. Mi ahora ex estaba a puertas de que le entregaran un piso que se había comprado y yo recién había decidido ayudarle con mi parte para que terminara de amueblar el piso. Él no me pidió nada. Yo se lo ofrecí. Pero digamos que ahora estaba compuesto, sin novio y sin un puto duro.


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