Las personas, aunque digan que no cambian, siempre tienen la capacidad de adaptarse a cualquier medio, algunos con más facilidad que otros. Yo siempre he estado dentro del grupo de los ‘fácilmente adaptables’. Llamadlo amor, llamadlo como queráis, nunca me ha costado trabajo el hecho de cambiar de hábitat. Incluso diría que es algo que siempre me ha encantado –algo bueno tenía que tener-.
La diferencia de edad entre mi pareja y yo era de casi diez años. Él venía de haberse comido la noche durante toda su vida, yo recién había terminado un servicio militar lleno de cervezas y chupitos de tequila y casi podría decir que comenzaba a conocer la noche desde hacía un año y poco más, todo con bastante calma y sin más exceso que algún que otro whisky extra. Por lo que estaba llegando a esta nueva ciudad como Heidi llegaba al campo, hecha un santa.
Adaptarse es muy fácil. Sólo hay que prestar atención a la persona que tengas al lado y saber respetar espacios. Esto es tuyo y esto es mío. Esto de los dos, ¿vale? Entonces la persona que esté contigo no se siente invadida, se relaja y comienza hacer lo mismo que tu.
Al cabo de los años descubrí que también existe ese tipo de gente que hace por adaptarse a ti, que aunque no comparta tus gustos, hace por conocerlos e incluso da pie a conversaciones sobre tus temas favoritos. Es más… con ese me casé. Pero esa es otra historia.
‘Bear and the City’ – Síguelo desde el capítulo 1
Imagen – PTB
Sé el primero en comentar